Cuando era apenas yo un infante y mi madre me veía en cómoda posición con un libro en las manos, solía asaltarme con la siguiente frase: ¡Hey, usted, que no está haciendo nada, vaya y traiga [o compre, o amarre, o cierre, o tienda, o ayude, o –en fin— haga algo]… que yo estoy ocupada”. Yo me ponía de pie y atendía los requerimientos de mi santa y abnegada madre ¡faltaba más!.
Pero hoy me pregunto si tenía razón. Hoy me pregunto, ya convertido en un bibliotecario hecho y derecho, si tenía razón. Si ella estaba en lo cierto cuando decía que yo no estaba haciendo nada. La historia le ha demostrado lo contrario –para bien o para mal—, y el tiempo me ha puesto aquí, rodeado de libros y haciendo nada. Mi intención jamás ha sido contradecir a mi madre pero, haciendo un poco de psicoanálisis amateur, hoy me pregunto qué tan cierto es eso y porque no lo controvertí en ese momento ni tampoco lo hago ahora.
Mi ética profesional me obliga a decir que no es cierto, que leer es hacer “algo”. Por otro lado, un amigo recién estrenado como bibliotecario me decía hace unos días que había encontrado el trabajo perfecto: “Casi no hago nada, me la paso leyendo… mirá nada más, ayer me acabé toda la obra de Bolaños”. Y es que uno se convence, se llena de motivos y defiende su profesión a capa y espada cuando los profesores del colegio en el que trabajás te dicen que qué chévere ser bibliotecario, que qué dicha no hacer nada; que qué injusto que el bibliotecario gane tanto como ellos sin calificar exámenes, pasar notas, soportar a padres de familia y tener direcciones de grupo. Pero creo que ya he pasado por esa etapa, hoy que soy apenas un bibliotecario no estoy tan convencido de que leer sea hacer “algo”.
Quizá por eso me he convertido en bibliotecario, porque en esa actividad inocua (inocuo: que no hace daño) que es la lectura, desde siempre encontré una forma de vivir que no hace falta defender, porque en el momento que haya que defenderla perdería el grado de libertad que te da. Sobra decir que sí hay que cultivarla y promoverla y compartirla. Porque puedo ponerme académico y hablar del estado de contemplación griego, de le necesidad de un modelo lector e investigador para los estudiantes que no esté mediado por la nota y sí por el interés. O puedo ponerme mesiánico y decir además que el bibliotecario es el que lee para él y para todos nosotros, sobre todo para quien quiera o tenga la voluntad, y es que, gracias a dios, la biblioteca aún no es una materia que se pueda reprobar. Pero también porque puedo decir que de muchas maneras no quiero ese “algo” ni lo pienso hacer (a menos que mi madre lo ordene).
Hace unos meses el profesor X me ofrecía que cambiáramos de trabajo, que yo dictara clases mientras él se sentaba (en cómoda posición) en la biblioteca a leer y leerles a los estudiantes algo divertido. Yo le contesté: Mirá, X, de eso que me acusás, ya te lo dije, no lo voy a contradecir.
Y ustedes ¿Qué opinan?
Y ustedes ¿Qué opinan?
Por Liniers |