En mi
biblioteca hay dos bibliotecas: una biblioteca para preescolar y primaria con
el nombre de Júnior, otra para bachillerato (secundaria) con el mote de Sénior.
Por esta época hay un grupo de estudiantes indeciso entre ambas bibliotecas.
Son los que pasan a secundaria (bachillerato), son la nueva gente grande.
Ahora deben
cambiar, deben crecer. Y deben porque no tiene opción. Ya no pueden correr
tanto sin miradas reprobatorias, es hora de congelar el júbilo; es la hora de quedarse
inmóviles en sus pupitres, llenos de la calma de aquel que parece adulto; y, si
acaso llegasen a pensar que la vida aún es un juego, se darán cuenta que con
tanta tarea y taller, tiempo para jugar es lo que no tienen. Estoy exagerando,
lo sé, pero es que aunque por un lado no me incumbe mucho, por otro lo que
sí me atañe son los libros, y los libros también cambian cuando creces.Estos
estudiantes de 6° están llegando a su nueva biblioteca y ya se sienten un poco
liliputienses, su nueva biblioteca tiene los anaqueles del doble de altura que
los de la Júnior, pero peor aún: los libros parecen inconmensurables, o así lo
sienten cuando no les caben en las manos. Mordieron el lado equivocado de la
galleta.
Es la biblioteca de los grandes clásicos sin ilustraciones, de los libros de lomos serios y clasificación Dewey precisa, donde el conocimiento tiene cara de enciclopedia y viene en tomos pesados. Por eso vienen a mi preguntándome por los libros buenos y yo les muestro a Poe, Tolkien, Pullman, Stevenson, Ende, Cervantes, Reverte, Verne (sin resumir), Oz (Amos), Cortázar, Bojunga, Carrasquilla, Gamboa, Mendoza, Vallejo, Llosa, a Benedetti y a Homero y etc.; tengo una lista aún más larga pero ellos insisten: “No, Danny, los libros chéveres ¿dónde están? ¿podemos ir a la Junior?”. A la tercera semana de acosos al bibliotecario y fugas poco disimuladas a su vieja biblioteca de niños, les profeso la frase que me ha hecho sentir un tanto tráfuga por estos días: “Lo siento, pero ya es hora de crecer, se sientan y leen los libros que les pasé”
Es la biblioteca de los grandes clásicos sin ilustraciones, de los libros de lomos serios y clasificación Dewey precisa, donde el conocimiento tiene cara de enciclopedia y viene en tomos pesados. Por eso vienen a mi preguntándome por los libros buenos y yo les muestro a Poe, Tolkien, Pullman, Stevenson, Ende, Cervantes, Reverte, Verne (sin resumir), Oz (Amos), Cortázar, Bojunga, Carrasquilla, Gamboa, Mendoza, Vallejo, Llosa, a Benedetti y a Homero y etc.; tengo una lista aún más larga pero ellos insisten: “No, Danny, los libros chéveres ¿dónde están? ¿podemos ir a la Junior?”. A la tercera semana de acosos al bibliotecario y fugas poco disimuladas a su vieja biblioteca de niños, les profeso la frase que me ha hecho sentir un tanto tráfuga por estos días: “Lo siento, pero ya es hora de crecer, se sientan y leen los libros que les pasé”
No es mi
intención que se queden inmóviles ni que congelen el júbilo, no quisiera que se
llenaran de tanta calma o que ya no tengan tiempo como los vecinos de Momo,
pero contrariando un poco a Benedetti, sí quisiera que reservaran del mundo un
lugar tranquilo, aunque en un primer momento este los asuste.
NOTA: La RAE prefiere tránsfuga o
trásfuga, yo propongo tráfuga, me suena mejor.
Por Liniers |
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEso quiere decir q ya eres un adulto, te vas sintiendo viejo, no? Eso de decirle al otro "es hora de crecer" lo obliga a uno a ubicarse en el banquillo de los "ya crecidos"...
ResponderEliminarMuy interesante la bitácora de hoy, la utilizaré de ejemplo en una de mis clases ;)
EL anteiror comentario había sido eliminado. No era mi intención, pensé que era una acción reversible, pero parece que Blogger no funciona así. Por eso la pongo aquí de nuevo como otro anonimo. y pregunto...
ResponderEliminar¿Cuál es la materia de tus clases?
Y respondo:
Claro que soy el adulto, pero en esta entrada hablaba de un crecimiento como lector. Aún cuando los adultos podamos leer literatura infantil sin prejuicios.